En el lapso entre esta carta y la anterior, he empezado un curso de generación de imágenes con inteligencia artificial. En la matrícula del curso se incluía un mes de licencia en Colab, la herramienta de Google. En las clases nos enseñan a formular instrucciones y pedírselas a la máquina.
Es divertido aprender su lógica, pero Colab como herramienta es muy limitada. Se le atraviesa escribir texto, es un tostón arrancarla y las manos tienen siempre o muchos o muy pocos dedos.
No sé si por aprovechar el curso o si por capricho (sí lo sé), me acabé pillando un mes de licencia de Midjourney. Midjourney es una herramienta de IA que usa una tecnología distinta a Colab, y se maneja con el chat de Discord. Tampoco se le da muy allá el texto, pero va de maravilla. Te permite recrear lo que ya existe o imaginarte un mundo peculiar. Que viene a ser lo mismo.
No me interesa el debate sobre si con la IA desaparecerán trabajos, también desaparecieron con el arado. Pocas lechugas has plantado tú si los echas de menos. Algo que me preocupa más es cómo afectará a nuestra forma de ver las cosas. Si cualquier curiosidad está a menos de un clic, ¿seguiremos mirando al mundo para intentar encontrarlas? De momento, esto es un juego, pero en poco tiempo ya no lo será.
Me propuse buscar un equilibrio. La generación por IA ya está pasando, todo esto ya es real. Hay una cita de Dumbledore en el último libro que le va al pelo, pero no procede anotarla en 2023. Así que aquí están cuatro cosas reales (cada una, a su manera), que me me encontré, que imaginó una IA, o que imaginé yo.
Una feria de ropa usada en lo que antes fue una iglesia
Un troppo recurrente en los magacines de fin de semana: en tal pueblo de los Países Bajos han desacralizado una iglesia para convertirla en X. Hay una en Maastricht que ahora es una librería. En Amsterdam había una que albergaba un restaurante marroquí. A esa llevé a mi abuela y le horrorizó. Para que veas, not all republican Spanish grandmas.
En la de la calle Harlemmerdijk hubo, durante un tiempo, un pop up de un restaurante italiano. Con la excusa de comer macarrones, podías visitarla y contemplar sus vidrieras. Ahora han puesto una feria de ropa de segunda mano, de esa que cuando es más cara se denomina vintage. Me acerqué este viernes a verla.
Me quedé mirando el burro con camisas de franela a 40 euros junto al órgano. Demasiados años en un colegio de monjas y demasiadas vueltas al Unplugged de Nirvana como para no saber que esto a Jesús le parece mal, pero a Kurt Cobain le parece peor.
Una peli de Wes Anderson grabada en Asturias
En los pueblos de Asturias se llama casas de Indiano a las de aquellas familias que hicieron fortuna fuera y volvieron en su momento para hacerse un casoplón. Hacia la zona de la costa hay verdaderos palacios. En la Cuenca Minera no son tan espectaculares, pero destacan más entre toda la masa de hormigón y ladrillo.
Aquí hay una historia para Wes, pero él todavía no lo sabe. Mientras espero a ver Asteroid City, le he pedido a Midjourney que se la imagine por mí. He pasado horas con esto, en bucle. Si esta peli acabara pasando, recuerda que tú lo viste primero aquí.
Caramelos de caca de conejo
Mira que en España no estamos para hablar, entre los infames Conguitos y aquellos cigarros de chocolate. De verdad que no. Pero esto que me encontré en un puerto retrata al país que me adoptó como una tierra perversa. A quién no le va a gustar un caramelo en forma de caca de conejo. A quién no le va a gustar.
No es una broma típica de una sola marca. De hecho, algunas los comercializan sin las fotos, pero manteniendo el nombre. No te puedo decir a qué saben porque me pudo la dentera. Al parecer, son típicas de las regiones de Friesland y de Groningen, y a los niños les encantan. Está al nivel de la gente que paga por beber un café que caga una rata, pero en este caso es peor: es para todos los públicos.
La catedral de Siza en el Cantábrico
Estudié durante cuatro años en un edificio de este señor, y no se me olvida. Alvaro Siza Vieira es un arquitecto portugués al que se le da muy bien jugar con el hormigón y el espacio vacío, pero no tan bien lo de diseñar sillas para todas las espaldas. Todos los elementos de la facultad eran de diseño, y no podían modificarse. Era todo muy bonito, pero muy poco práctico.
En el mundo feliz de Colab, Siza construyó una catedral junto al mar Cantábarico. En estas imágenes puedes ver a qué me refiero con que esta IA va peor que la otra: las líneas parecen dibujadas y las proporciones son algo dispersas. No quise preguntarle a la máquina cómo serán esas sillas. Seguro que le salían regular, aunque al original no se le den mejor.
La conclusión es que no hay conclusión: esto sigue. Me da más curiosidad que miedo pero, de momento, sigo pidiéndole las cosas por favor a estos cacharros. Por lo que pueda pasar.