Inicio de temporada con allanamiento de morada
Vuelven las cartas de los domingos, vuelven los sitios rarísimos.
No planeé un final de temporada para estas cartas cuando llegó agosto: surgió.
Surgió porque en todo el mes no pasé dos semanas seguidas en el mismo sitio y porque en mi buzón empezaron a acumularse cartas de boletines que sigo con entusiasmo el resto del año y que, en agosto, la verdad, pa qué.
En esta segunda temporada volveré a alternar las cartas en formato lista con los relatos sobre sitios. No tengo grandes viajes planeados, pero he estado haciendo acopio para el otoño-invierno. (¿Qué soy, una ardilla? Yo qué sé).
Así que vamos a empezar la temporada por la puerta grande. Por la del edificio más raro de Amsterdam, concretamente.
El Pontsteiger es un edificio altísimo y cuadrado que hay en Amsterdam. Roza la calatravada, ya que limita con un barrio modernista y destaca, muy imponente, sobre el skyline de la ciudad. Lo construyeron unos arquitectos que se llaman Arons & Gelauf y tiene dos tipos de viviendas.
Por una parte (la de arriba) están las propiedades carísimas de aquella gente que puede vivir donde quiera y quiere vivir aquí. En las torres y los pisos bajos, lo que hay son apartamentos de alquiler -igualmente caros: qué no es caro en esta ciudad. Algunos tienen vistas al agua del río, otros, al lodo de una obra.
Para acceder a un piso en alquiler tienes que contactar directamente con la promoción, y aportarles un informe sobre tus ingresos, tu situación fiscal, tu contrato de trabajo, tu nombre, tu cara, tu casa y pega la vuelta. Si pasas la criba, vas a parar a una lista.
Si la lista va corriendo y llega hasta ti, recibes una llamada. Si puedes permitirte pagar el alquiler y la fianza en el momento en que te llamen, el piso es “tuyo”. Si tienes a mano 3.650.000 euros, siempre puedes comprarte uno de los áticos y ahorrarte estos trámites, que son un horror.
Iba a escribir “por supuesto” pero no tengo claro que sea supuesto: los residentes de los áticos y los de los pisos de alquiler no entran por la misma puerta. El ascensor en el que subí llega hasta el sexto, y no me quedó claro cómo podría llegar más allá.
Tampoco es que me colara por la ventana: me invitó una pareja que vive allí. Me explicaron que casi no conocen a sus vecinos, en parte porque hay mucha rotación y en parte porque la gente es algo desconfiada.
En un edificio diseñado para tener portero, los paquetes del correo desaparecen misteriosamente porque no lo hay. Lo que sí hay es silencio, tanto en las casas como en los pasillos. Sí que es posible cruzarte con alguien. Otra cosa será que te saluden.
Este tipo de promociones inmobiliarias está causando un problema urbanístico en muchas ciudades: se ocupa una gran parte de terreno, se invierten recursos en crear un edificio grande y llamativo y, al final, todas las viviendas son para especulación. Las propiedades están al alcance de poca gente y los alquileres (como cualquier alquiler en Amsterdam) no son una alternativa de vida más allá del medio plazo.
Eso sí: con las vistas desde cualquiera de los ventanales no te hace falta ni tele, ni cuadro. El nombre del edificio viene del ferry que cruza el río desde justo debajo. Lo único en esta historia que muchos se pueden permitir es el reflejo de los cristales sobre el agua durante la hora dorada en el embarcadero.
Y lo demás no lo sé, pero eso sí lo vale.